Y llegó la mañana, tras las cortinas,
bajo las cortinas, por la ventana.
Una luz vaporosa, vespertina
se adentró en mares azules
que se cierran con besos,
para sumergirse, evadirse
en la oscuridad de los sueños.
Pero llegó la mañana, entre las cortinas,
sobre las cortinas, por la ventana.
Parpadearon los mares
bostezantes, penetrantes
deseando sueños nocturnos
donde sólo esperaba un día
de duro oro amanecido.
Porque llegó la mañana, con cortinas,
sin cortinas, por la ventana.
Se derramaron los mares,
se aclararon las aguas
y las difusas cataratas salaron
la imagen blanquinegra
de una noche de luna nublada.
Parpadeó la Luna
y serenó lágrimas de fuego.
Bostezó el mar
y expiró suspiros de espuma.
Tiritó la roca
y se escalofrío encogiendo.
Se estiró una ola
y la abrigó con peces y bruma.
Y se derrama el sueño
y se desliza su manto
de caricias estrelladas
y arrullos sorbidos.